Miro hacia el horizonte y les separaban muchas lineas de montañas. Una primera fila verde, parda y a veces con manchas amarillas de los campos de maiz q se alzaban secos, agonicos. La segunda era mas grisacea, y asi hasta la quinta (la que ella pensaba que era la quinta) que era ya casi del color del cielo, tan parecido que habia q entornar los ojos para dibujar su contorno con la imaginacion, despacito, linea a linea, para no perderse. Despues las nubes, o quizas mas filas de montañas detras de las nubes, hasta siete.
La carretera bajaba en serpiente, en cuerpo de Quetzalcoatl, las alas las llevaba en la cabeza. Y las alas la llevaban a Madrid y pensaba en su hermana, el hijo de su hermana, el esposo de su hermana, los padres de su hermana, que son tambien sus padres y en los hermanos de su hermana, que tambien son sus hermanos. Y los veia a todos con esas alas que habia aprendido a usar desde que se marcho. Y los veia a todos en una linea, uno detras de otro, se hablaban entre ellos al oido. Uno se acercaba al oido del otro y decia algo, ese otro sonreia y se acercaba al siguiente, y la fila de parientes, la atmosfera de conocidos, amigos, queridos era tan larga, tan larga que le llegaron susurros entre las montañas. El eco multiplico los susurros y aparecieron infitas voces, los pensamientos de todos los que estan al otro lado de las siete filas de cumbres sucesivas. Las infintas voces la hicieron sonreir en la furgoneta destartalada en la que bajaba de la Sierra Madre, despues rio en carcajadas y soplo muy fuerte, tan fuerte que tuvo q cerrar los ojos y despues anduvo un rato mareada. El viento devolvio en forma de cuento las voces a traves del mar, felicidades.
lunes, 10 de marzo de 2008
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